Arcos de Mismaloya

¡Ahoy piratas!, escuchad bien que os vengo a contar una vez más otra historia  que les hará temer o respetar más el océano.

Había una vez, en un lugar donde el mar rugía con furia, unos mocosos aventureros que se creían más listos que un loro. Se atrevieron a cruzar los famos Arcos de Mismaloya en una lancha, esos peñascos traicioneros que devoran a los incautos que se acercan demasiado. 

Se decía que quien osara cruzar por el centro, sería aplastado por la ira del mar. Pero estos jovenzuelos, con más arrogancia que sentido común, se lanzaron al abismo y fueron abatidos por una ola que destruyó su embarcación.

Los jóvenes luchaban por sus vidas mientras el océano violento los estrellaba repetidamente contra las rocas. Con todas sus fuerzas, lucharon contra el inminente ahogamiento, llegando a sentir que no sería posible escapar de esa aventura fatal.

Entonces, al estar cerca de ahogarse, sintieron un pavor tan profundo a la muerte que se dispusieron a rezar con una fe ciega, encomendándose a la divinidad y orando con las pocas fuerzas que les quedaban.

El milagro de la cruz en la bóveda de Los Arcos de Mismaloya

Cuando los jóvenes creían que todo estaba perdido, avistaron un cardumen de peces ángel que apareció de repente y procedieron a seguir el curso de estos animales acuáticos. 

Mientras seguían la dirección de los peces, emergieron a la superficie y avistaron una cruz blanca que había aparecido en el techo de la bóveda.

Conmocionados por este hallazgo, los jóvenes agradecidos atribuyeron este evento de salvación a una intervención divina. Con mucho entusiasmo se dirigieron hacia la costa para buscar ayuda, cuando de repente, al mirar hacia atrás, se toparon con una figura espeluznante.

Encuentro con un ser maligno

Helados por el pánico, los jóvenes contemplaron una silueta de color rojizo cuya apariencia se semejaba al mismísimo diablo con largos cuernos, mientras que su mano alzada parecía despedir a los visitantes, dándoles la bienvenida al inframundo.

Al sentir la presencia de este ser maligno, intentaron huir despavoridos hacia tierra, aunque todo parecía complicarse aún más, ya que el mar, ahora embravecido, intentó detener sus planes. 

Luego de un esfuerzo sobrehumano los jóvenes llegaron finalmente a la playa, alentados por la aparición de la cruz en la bóveda de los arcos.

La playa de la salvación 

Al llegar a tierra y sentirse liberados de una muerte diabólica, ambos marineros se observaron mutuamente y notaron que estaban completamente cubiertos de arañazos y raspones. Aún con el miedo latente, atribuyeron sus heridas al poder maligno y su salvación al poder divino.

Lo crean o no, esta leyenda es ampliamente conocida en la bahía y entre todos los turistas que visitan el Parque Nacional de Los Arcos.

Hasta aquí termina la historia camaradas, ¿os atreverías a desafiar a Los Arcos como esos mocosos?, sólo les puedo decir que si quereis admirar la belleza de este lugar sin arriesgar vuestras almas, subid a bordo de La Marigalante.

No os perdáis la aventura